Todo odio interpersonal está prohibido, pero cuando se trata de una disputa o disenso la prohibición se torna más grave aún, ya que estamos ante un pleito o una rencilla profunda y continua que genera más enfrentamientos, arrastrando a más personas a una vorágine de odio. Cuando la discusión está dirigida hacia un sabio y un justo su gravedad es aún mayor porque causa que el público se aleje de la Torá y de los preceptos. Mucho peor aún es cuando se trata de un alumno que se enfrenta a su maestro. Por lo tanto, la discusión de Koraj y su grupo contra Moshé Rabenu, el maestro de todo el pueblo de Israel y el más humilde de los hombres, es considerada como una disputa gravísima.
A veces, las personas piensan que si luchan contra los adversarios de sus amigos o parientes les están haciendo un favor, pero en realidad les causan daño porque intensifican la discusión y el odio. Personas verdaderamente buenas de verdad deben procurar salvar a su amigo de una discusión que le pueda agobiar hasta agotar sus fuerzas y provocar sufrimiento.
Sin embargo, una discusión oportuna en cuestiones de ideas que no involucra odio personal y en la cual ambas partes se profesan respeto mutuo, tal como en el caso de las discusiones de Hilel con Shamai, aunque en ocasiones pueda verse acompañada de malestar o una gran tensión, resulta valiosa porque por su intermedio el tema en cuestión se ve dirimido o clarificado. Este tipo de debate recibe el nombre de "discusión en aras de la verdad" (leshem shamaim, lit. en pos del cielo) que finalmente perdurará ya que se lleva a cabo a los efectos de alcanzar la verdad por lo que al final se habrá de ver que esta subyace en, o ampara a ambas partes. Sin embargo, cuando la discusión está basada en móviles personales o motivada por el odio ninguna de las dos posiciones en disputa resulta valiosa y por ello finalmente no perdurará, aunque de momento extenúe a quienes participan en ella.