Los amigos y los vecinos ejercen una gran influencia en la persona, por ello nuestros sabios ordenaron: "Aléjate del mal vecino y no te amigues con el malvado". Muchas veces la influencia social es inconsciente, establece normas, y sin convencer de modo directo influye en nuestra forma de pensar y en nuestro modo de vida. Por ello, en una sociedad que aprecia el estudio de la Torá y el cumplimiento de los preceptos, valora la ciencia y el trabajo, la rectitud y la generosidad, el emprendimiento y la laboriosidad la probabilidad de vivir a la luz de estos valores es mayor. Sin embargo, está prohibido que un judío se separe de la generalidad del pueblo de Israel, y en cuestiones públicas todos deben actuar conjuntamente en aras de los valores comunes como el asentamiento en la tierra de Israel, la educación, la salud, el servicio militar, la absorción de inmigración, el desarrollo económico y la ayuda a los menos privilegiados. Respecto de la sociedad en la que vive la persona, sin embargo, corresponde que cada uno que escoja vivir allí donde tenga una comunidad cuyas instituciones se conducen en concordancia con los valores de la tradición judía. En la medida en que la demanda por incorporarse a una buena comunidad aumente, mayor será el número de personas que desearán incrementar la verdad y el bien, se erigirán más comunidades buenas y el público en general se superará progresivamente. Dicho esto, quienes se voluntarizan a vivir en un barrio que necesita ser fortalecido en sus contenidos y prácticas (jizuk), para educar allí a los adultos y a los jóvenes en el camino de la ética y de la Torá cumplen un gran precepto.