Quien ve un objeto que se le extravió a su prójimo, esto es, que se le cayó y perdió o bien se le olvidó a su dueño – debe devolvérselo. Más aún, debe generar dentro de sí un sentimiento de hermandad y responsabilidad para con su semejante al punto de no poder ignorar su objeto extraviado, tal como fue dicho: "No habrás de ver, al buey que es de tu hermano o a su cordero, extraviados y te ocultes de ellos; devolver los habrás de devolver a tu hermano [...] y así habrás de hacer a todo objeto extraviado de tu hermano que se le perdiere y tú lo hallares. No deberás ocultarte" (Devarim-Deuteronomio 22:1-3). De manera similar, quien ve ladrones que están por forzar el automóvil o el apartamento de su prójimo, no se mantendrá indiferente, sino que alertará a la policía. Si ve que la casa de su vecino se inunda durante su ausencia - no se mantendrá impasible, sino que lo llamará para encontrar una solución al problema antes de que se genere un daño mayor.
Quien encuentra un objeto perdido y no sabe a quién le pertenece, de ser posible ubicar al dueño y el valor del objeto justifique el esfuerzo, es preceptivo buscarlo por los canales habituales o aceptados. Cuanto más valioso resulte el objeto perdido tanto económica como afectivamente, mayor es el esfuerzo que debe invertirse en devolverlo. Cuando no hay posibilidad de encontrar al dueño original, y resulta que este perdió ya toda esperanza de recuperarlo, el objeto perdido se vuelve propiedad de quien lo halló.