En la medida que avancemos en la construcción tanto del país como del espíritu de la nación a la luz de la Torá y los preceptos, tendremos el mérito de que se cumplan en nosotros todas las palabras de la profecía por medio del Rey Mashíaj. Tal como fue dicho: "Entonces surgirá un retoño del tronco de Yshai y un vástago crecerá de sus raíces. Y se posará sobre él el espíritu de HaShem, espíritu de sabiduría y entendimiento, espíritu de consejo y de poder, espíritu de conocimiento y temor de HaShem…Juzgará rectamente a los pobres y reprenderá con equidad a los humildes de la tierra, golpeará la tierra con el hálito de su boca y con el espíritu de sus labios eliminará al malvado. La justicia será un cinturón ajustado a su cintura y la fe amarrada a su cadera. El lobo morará con el cordero, y el leopardo se acostará junto al cabrito… No harán mal ni dañarán en todo mi monte sagrado; porque la tierra se llenará del conocimiento de HaShem, como las aguas cubren el mar" (Yshaiahu-Isaías 11:1-9). Si bien desconocemos cómo habrá de ser exactamente, es claro que el reinado del Mashíaj no afectará para mal los valores morales existentes en la forma de gobierno de las democracias liberales, sino que los elevará de modo tal que todos los valores éticos se manifiesten armoniosamente. Quizás haya sido esta la intención de nuestros sabios al decir que en los días del Mashíaj los preceptos serán anulados, o sea, que el pueblo de Israel los cumplirá voluntariamente sin que medie ningún tipo de orden o coerción. De todas maneras, la condición para el cumplimiento de todas las promesas vinculadas a la redención es la reunión de los exiliados, su asentamiento en el suelo patrio y la construcción del Templo de Jerusalém.
El ideal de la redención no es una situación fija o estática, y cuando tengamos el mérito de alcanzarlo no nos encontraremos carentes de objetivos por perseguir, sino que un mundo reparado es aquel en el cual el ascenso y el progreso continúan siempre, rumbo a una vida más plena de significación, una mayor comprensión e iluminación Divina, tal que el deleite que se desprenda de cada uno de los ámbitos de la vida se renueve y eleve ilimitada e infinitamente.