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El pecado de los espías en nuestros días

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El pecado de los espías en nuestros días

Hace unos ciento veinte años, cincuenta después del inicio de la actividad proselitista de los rabinos Alkalay y Kalisher en aras del retorno a la patria, y en momentos en los que se constituyó el movimiento sionista, el pueblo judío contaba con unos once millones de miembros. Los árabes que vivían alrededor de los límites bíblicos de la tierra de Israel, incluido el Líbano, Siria y todo Irak eran menos de cinco millones, y a ambas márgenes del Jordán vivían menos de quinientos mil árabes. Entonces, el pueblo de Israel tuvo la oportunidad de regresar a su tierra, crecer y multiplicarse en ella. Sin embargo, la mayoría de nuestros hermanos tuvieron miedo de abandonar el exilio, emigrar a la tierra de Israel y asumir la responsabilidad por su destino, tal como lo ordena la Torá. Si bien la prueba era de magnitudes colosales, ya que la inmigración a la tierra de Israel en esos días implicaba enormes dificultades, de todas maneras, la negativa a cumplir el precepto de ir a vivir en ella cuando esto resultó posible fue una suerte de pecado de los espías contemporáneo, y tal como estudiamos en la Torá, su precio resulta ser terrible. Pasamos el Holocausto, el opresivo régimen comunista y la asimilación. Y así, en la actualidad, en todo el mundo hay unos quince millones de personas que se declaran judías y en nuestro país unos siete millones. Por el contrario, los árabes de los alrededores pudieron disfrutar de los frutos de la revolución industrial, de la ampliación de la producción de alimentos y las mejoras en la medicina y hoy suman más de ochenta millones. Estos números nos enseñan el verdadero significado del pecado de los espías, de temer inmigrar a la tierra de Israel, conquistarla y habitarla, que fue el primer causante de la destrucción del Templo, y hasta el día de hoy nos enlutamos por él ayunando el 9 de Av (adelante 37:4). En tiempos pretéritos, por causa del pecado de los espías, toda la generación que salió de Egipto permaneció en el desierto hasta morir. En nuestros tiempos, millones de judíos que se quedaron en el exilio fueron asesinados, oprimidos y asimilados. Felices de aquellos judíos que escogieron inmigrar a la tierra de Israel y poblarla. Por su mérito el pueblo judío vuelve a recuperarse tras los desastres por los que atravesó en la era moderna. Solamente imaginemos cuál sería nuestra condición si los millones de hermanos asesinados hubiesen inmigrado a la tierra de Israel antes del Holocausto y hoy fuésemos cincuenta millones de judíos, y los sabios de la Torá y los científicos hijos del pacto contribuyesen a reparar el mundo bajo la soberanía de D's. Todavía no es tarde, es aún posible reparar. "Levantaos y ascendamos a Sion, a HaShem nuestro D's, pues así ha dicho HaShem: entonad cánticos de alegría a Ya'akov y gritad a la cabeza de las naciones, haced oír alabanzas y decid, HaShem, has salvado a Tu pueblo, el remanente de Israel" (Yrmiahu-Jeremías 31:5-6).

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