A diferencia de otros países, en los cuales es dable encontrar caudalosos ríos que proveen de una base hídrica estable para la agricultura y la generación de riqueza, la tierra de Israel se caracteriza por depender de las lluvias para el sustento agrícola, "de la lluvia de los cielos beberás agua" (Devarim-Deuteronomio 11:12). Por ello, en un año de buenas lluvias la tierra daba excelentes y abundantes frutos, y en un año de sequía se propagaba la hambruna de modo tal que sus habitantes eran doblemente desafiados, desde el punto de vista celestial y de la creencia las sequías debían despertar al pueblo de Israel a reforzar su fe, su moral y la observancia de los preceptos para ser meritorios de que la benevolencia de HaShem les conceda generosas precipitaciones; y desde el punto de vista terrenal la sequía implicaba la asunción de responsabilidades, debía despertar a la nación israelita a encontrar soluciones de largo plazo para el almacenamiento de alimentos y de agua, así como a desarrollar una agricultura sofisticada que requiera de menos riego. Así es la fe en la Unicidad, aquella que une cielo y tierra, la fe con la acción, ya que una parte esencial de esta creencia es que el ser humano fue creado a imagen de D's por lo que es responsable del poblado y el desarrollo de la tierra desde el punto de vista agrícola, económico y social. Por ello, en días de sequía, se nos exige reflexionar, retornar en arrepentimiento y asumir la responsabilidad por la reparación de nuestros caminos por medio de la Torá y los preceptos, tanto entre el hombre y D´s como entre éste y sus semejantes, y en la misma medida se nos exige corregir la economía, la agricultura y la sociedad con sus instituciones y sus órdenes. Para ello, D's creó la tierra de Israel, que es la tierra santa, que a pesar de ser terrenal es consagrada. O sea, está destinada a revelar la fe y los valores Divinos en todas las áreas de la vida, y en ella se unen las ideas de la fe y la moral con el deseo de enriquecerse y alegrarse de todo lo bueno que este mundo provee. De este modo, en conformidad con la guía de la Torá todo resulta bendecido, el cielo no se desconecta de la tierra y esta última no se cierra al primero, generándose entre ambos un enriquecimiento mutuo sin igual, expandiéndose la bendición por el mundo entero.