Cuando el pueblo de Israel salió de Egipto fue preceptuado de conquistar la tierra prometida. Si bien tenemos un principio según el cual si el cumplimiento de un precepto implica peligro de vida estamos exentos de hacerlo, el precepto de luchar por el país es una excepción, ya que implica arriesgar la vida dado que no hay guerra sin pérdidas vitales. Así procedió el pueblo de Israel durante la conquista en los días de Yehoshúa, y lo mismo ocurrió en los días del Segundo Templo, ya que en un inicio poblaron la tierra con gran entrega y sacrificio frente a las agresiones de los enemigos de Yehudá, y luego durante los días de los Jashmonaím lucharon en la medida de sus posibilidades para lograr la soberanía. Es necesario señalar, que un pueblo que no está dispuesto a luchar con entrega y abnegación por su tierra, tarde o temprano desaparecerá del mundo poniendo en peligro a muchos de sus hijos. Por ello, el precepto de luchar denodadamente por la tierra de Israel coincide en sus consideraciones y cálculos al de la salvación de la vida humana.