Una regla fundamental es que "la norma del país es la ley a aplicar" (dina demaljuta dina). O sea, el sistema gubernamental en todos sus componentes tiene la autoridad de dictar leyes, establecer reglamentos y fijar impuestos, y todos los habitantes del país deben acatar. Esto es así ya que las personas están de acuerdo en cederle al reino o al estado la potestad de gobernar para que este proteja su propiedad y su integridad física. De no ser así, imperará el caos, tal como dijeran nuestros sabios: "Ruega por el bienestar del gobierno porque si no fuese por temor a él, los hombres se comerían vivos unos a otros".
Sin embargo, la obligación de obedecer a la autoridad y de pagar los impuestos es tal a condición de que el gobierno actúe en concordancia con la ley. Pero si hubiese de ascender al trono un rey que decrete leyes opuestas a toda lógica y a toda moral aceptada entre los países, sus decretos carecen de vigencia. Esto es así a condición de que se trate de un crimen flagrante y evidente cuya injusticia atenta contra las mismas bases del reino o del gobierno, pero corrupción o privilegios discriminatorios que son dables de encontrar en casi cualquier gobierno no dejan sin efecto el principio general de "dina demaljuta dina".
Dado que las leyes del estado tienen validez obligatoria, quien evade impuestos transgrede la prohibición de la Torá de 'no robar' por cuanto que roba a la sociedad. Si esto dijeron nuestros sabios respecto de un gobierno dictatorial, cuánto más aun cuando se trata de un gobierno democrático que goza de un amplio consenso social para su desempeño. Si esto dijeron respecto de un gobierno gentil, cuánto más aún si se trata de un gobierno judío que por medio de su soberanía se cumple con el precepto de asentarse en el país. Por ello, corresponde ver el pago de impuestos en la tierra de Israel como un deber agradable, por cuyo intermedio la persona participa de la manutención del pueblo de Israel en su tierra con todos sus mecanismos sociales.
Sin embargo, la obediencia debida a las leyes del estado puede admitir una reserva y es en el caso de que se dicte una ley que fuerce a transgredir preceptos de la Torá, por ejemplo, a profanar el Shabat, entonces pierde su carácter obligatorio. Tal como le fue dicho a Yehoshúa Bin Nun al comenzar a liderar al pueblo de Israel, sus órdenes tienen carácter obligatorio a condición de que no contradigan a la Torá.