La virtud de la fe es común a todos los seres humanos. El alma del hombre está vinculada en su raíz a D's y de Él extrae su vida. Por ello, naturalmente el ser humano cree en la existencia de un poder superior y eterno por sobre todo lo visible, su vida individual está conectada a la eternidad y posee un gran valor que trasciende largamente la banal rutina de su existencia terrenal. Por eso, en todos aquellos sitios donde vivieron personas veremos que poseían algún tipo de religión, o sea, sobre la base de la fe que está internalizada en el ser humano, las diferentes sociedades crearon para sí una religión que confirió un marco concreto a sus creencias y les brindó significado a sus vidas. Por lo general, los fundadores de las distintas religiones describieron a las deidades de un modo relativamente abstracto, pero dado que las abstracciones resultan difíciles de aprehender, crearon estatuas e imágenes que expresasen las fuerzas superiores de un modo tangible. Las personas que profundizaron en esta cuestión obviamente entendieron que las estatuas y las imágenes representan a las fuerzas superiores, pero la mayoría de la gente creía que en su interior residían las deidades.
Dado que estos dioses fueron creados por las conciencias de seres humanos que deseaban dar a la fe expresión en sus vidas, se representó en las imágenes aquello que los seres humanos valoraban, por ejemplo: la vida, las fuerzas de la naturaleza, la fecundidad, la guerra, el poder, la victoria, el dinero, el amor, la belleza y más. De este modo, se conformó una combinación letal entre los deseos humanos de alcanzar placeres y honor con el sentimiento de la fe que anidaba en su corazón. En vez de que la fe eleve al ser humano junto con sus aspiraciones, y de ese modo mejore su carácter y su conducta para incrementar el bien y la bendición en el mundo, vino la idolatría y le dio significado y justificación al mundo tal como es, con su materialidad e instintos, y bloqueando así el camino de la fe verdadera en un D's, en la elevación del mundo y su reparación. Para los idólatras, la fe se transformó en un instrumento para magnificar los deseos y los deleites del ser humano tal como es. Un idólatra no aspira a mejorar en el aspecto moral sino a satisfacer sus deseos. Para ello, estaba dispuesto a sacrificar ofrendas, recitar conjuros o realizar acciones mágicas que le permitieran enriquecerse, vencer a sus enemigos o alcanzar otras cosas por él deseadas.