Aparentemente, conforme a las reglas de la justicia, si el pueblo de Israel escoge el mal, HaShem, D's no lo quiera, los habrá de hacer desaparecer y destruirá el mundo. Sin embargo, HaShem escogió a Su pueblo y estableció con este un pacto, por lo que, aunque abunden inconmensurablemente los pecados no los habrá de abandonar, sino que los habrá de castigar por medio de terribles sufrimientos para que retornen al buen camino. Este pacto se revela cada año en Yom Kipur (ver adelante 35:4), por lo que la sentencia del pueblo de Israel no gira en torno a la propia existencia sino respecto del modo en el cual habrá de existir, en paz y bendición o, D's no lo quiera, todo lo contrario. Asimismo, al pueblo de Israel le es asegurado que al final llegará la redención y el mundo será reparado, pero en caso de que retornen en arrepentimiento, esta sobrevendrá pausada y apaciblemente, y en caso de que no retornen, tras el largo exilio, llegarán padecimientos terribles a raíz de los cuales se reunirán las diásporas, la tierra de Israel será reconstruida y nuestro pueblo continuará elevándose hasta la redención final y completa.