Uno de los fundamentos de la fe es que HaShem, Creador del mundo y quien lo sostiene concedió el libre albedrío a todo ser humano y estableció que si este opta por el bien le habrá de otorgar bendiciones tanto a él como al mundo, y en caso de optar por el mal causará muerte y desgracias. Así, resulta adecuado y justo que quien se acerque a D's andando por la senda de la verdad y el bien se aproxime a la fuente de la vida y a la bendición recibiendo un agregado de vitalidad y abundancia, al tiempo que quien se aleje de la fuente de la vida, vea la suya propia menguada y sobrevengan sobre él enfermedades, sufrimientos y desgracias. Sin embargo, dado que HaShem desea prodigar el bien a Sus creaturas, los castigos y el sufrimiento tienen un objetivo y es despertar al ser humano e impulsarlo al retorno y a la reparación para que se aleje del pecado y acceda a lo bueno, tal como fue dicho: "Habrás de saber en tu corazón que sí como educa el hombre a su hijo por medio de la amonestación, HaShem tu D’s te amonesta" (Devarim-Deuteronomio 8:5).
El libre albedrío es la expresión de que el ser humano fue creado a imagen de D's, esto es, que posee consciencia y dispone de la capacidad de escoger entre el bien y el mal. Su elección no le atañe únicamente a él sino al mundo todo, y puede escoger ser socio junto a D's en poblar, habitar y mejorar el mundo, tal como fue dicho: "Tomó HaShem Elokim al hombre y lo estableció en el huerto de Edén para cultivar y preservar la tierra" (Bereshit-Génesis 2:15). 'Para cultivar' – implica impulsar el desarrollo y el perfeccionamiento de la Creación, 'y preservar' – implica que no sufra daño alguno. Por otra parte, el ser humano puede escoger el mal que lo conduzca a la perdición, tal como ocurrió en la generación del diluvio, en virtud de cuyos pecados HaShem borró las presencias humana y animal de la faz de la tierra.