Según la halajá, se le permite a toda nación establecer para sí una religión que brinde el marco adecuado a su idiosincrasia y a su cultura, con la condición de que esté libre de idolatría, a través de una conexión a la fe pura en HaShem por medio del pueblo de Israel, que no deje sin efecto los valores fundamentales expresados en las siete leyes de Noaj y no se imponga a los demás por la fuerza. O sea, la visión de la redención no exige la anulación de las demás religiones, incluidos los énfasis puestos por cada una de estas a determinados valores haciéndolos fundamentales, según lo que resulta necesario para la mejora del carácter de sus fieles. La exigencia es retirar de su seno la maldad idolátrica que bloquea la revelación del bien completo y lleva a la dominación sanguinaria, tal como fue dicho: "Y retiraré la sangre de su boca y las abominaciones de entre sus dientes y permanecerá también él para nuestro D's" (Zejariá-Zacarías 9:7).