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- La fe, el pueblo y la tierra de Israel -

El pecado del becerro de oro y el de los espías

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El pecado del becerro de oro y el de los espías

22- El pecado del becerro de oro y el de los espías

La generación del desierto, aquella que recibió la revelación en Sinai, incurrió en dos grandes pecados que son: a) el del becerro de oro que está vinculado a la pureza de la fe y a la Torá y b) el de los espías, que está vinculado a la concreción de esta fe en la tierra.

Tras la revelación en el Monte Sinai, Moshé Rabenu fue llamado a ascender a la montaña durante cuarenta días y cuarenta noches para recibir allí la Torá directamente de D's. En el día en que los israelitas pensaron que resultaba ser el cuadragésimo, el pueblo aguardó el descenso de Moshé, y al no divisarlo, se le exigió a Aharón que erija una estatua que represente al D's que los sacó de Egipto. Aharón procuró disuadirlos, pero cuando ellos se empecinaron, de todos los aretes para la nariz que fueron traídos elaboró un becerro de oro posponiendo para el día siguiente la ofrenda de sacrificios con la esperanza de que hasta entonces Moshé alcance a descender de la montaña. Empero Moshé aun no descendía, por lo que comenzaron a ofrendar sacrificios y a celebrar banquetes en honor al becerro. Entonces se desató la gran acusación en el Cielo contra el pueblo de Israel, HaShem quiso destruirlo por completo e iniciar una nueva nación a partir de los descendientes de Moshé. En el interín, Moshé descendió del Monte Sinai llevando en sus manos las Tablas de la Ley. Al ver el becerro se enfureció, arrojó las Tablas al suelo quebrándolas, castigó a los pecadores y comenzó las acciones de retorno y reparación, y dio todo de sí en su sentida plegaria por el pueblo de Israel hasta que HaShem aceptó perdonar a Israel y desistió de destruirlo.

Aproximadamente un año más tarde, a raíz de un pedido del pueblo que temía ingresar a la tierra de Israel, Moshé Rabenu envió espías para explorar el país. Al regresar de su misión, difamaron a la tierra de Israel y desmoralizaron a la nación diciendo que no sería posible conquistarla ya que sus habitantes son poderosos y gigantes. "Alzó su voz toda la congregación y elevaron su voz en llanto, y lloró el pueblo aquella noche.  Se quejaron contra Moshé y contra Aharón, todos los hijos de Israel. Les dijeron a ellos toda la congregación: 'Ojalá hubiésemos muerto en la tierra de Egipto, o en este desierto, ojalá hubiésemos muerto.  ¿Y para qué HaShem nos va a traer a nosotros a esta tierra, para caer ante la espada? Nuestras mujeres y nuestros infantes van a ser botín, cierta- mente es mejor para nosotros regresar a Egipto'. Dijeron el uno al otro: 'Designemos un cabecilla y regresemos a Egipto'" (Bamidbar-Números 14:1-4). 

En virtud del pecado de los espías se decretó que toda esa generación habría de morir en el desierto y que solo sus hijos ingresarían a la tierra prometida bajo la conducción de Yehoshúa Bin Nun. Esto y más, el Santo Bendito Él dijo: "Vosotros llorasteis un llanto vano, Yo os estableceré un llanto por generaciones y si no reparáis el pecado de los espías, en este día será destruido el Templo". Dado que no tuvimos el mérito de reparar el pecado de los espías por medio del asentamiento en la tierra de Israel, tal como nos guía la Torá, en esa fecha fueron destruidos los dos Templos de Jerusalém.

Quienes incurrieron en el pecado del becerro de oro creían en D's, pero entendieron que son necesarias fuerzas intermedias, y dado que atentaron contra la pureza de la fe y de la Torá, no tuvieron fuerza para resistir ante el informe veleidoso de los espías, que los hicieron desistir de ingresar a la tierra de Israel, rechazando y traicionando el cometido que les había sido asignado por D's. Dado que el pueblo de Israel no reparó completamente este pecado por medio del apego incondicional a la fe pura y a su concreción en la tierra de Israel, muchas generaciones después, en el día 9 del mes de Av fue destruido el Primer Templo de Jerusalém, y posteriormente también el Segundo (ver adelante 37:4 sobre el ayuno del 9 de Av que está destinado a la reparación de este pecado).

Así fue en cada generación, el pueblo de Israel tuvo que enfrentar una prueba capaz de conducir al pecado del becerro de oro, porque el mundo es cambiante y por momentos la guía de la Torá parece abstrusa sin que haya quien la explique, resultando necesario reforzarse por medio de un ídolo como en el caso de las ideologías extrañas o las costumbres piadosas o ascéticas que alteran el correcto equilibrio de la guía de la fe y la Torá. 

De igual manera, en cada generación resulta necesario enfrentar las dificultades del precepto de asentarse en la tierra de Israel, en virtud de los enemigos exteriores que se oponen, así como también por obra de los adversarios internos. O sea, a los efectos de poblar la tierra de Israel como corresponde, es necesario compatibilizar todas las ideas y preceptos en el marco de la realidad natural con todas sus dificultades. Entonces, surgen quienes alegan que se trata de ideas demasiado elevadas, distantes o difíciles y no es posible implementarlas. Es nuestro deber reparar el pecado de los espías y asentarnos en la tierra de Israel bajo la conducción de la Torá, y demostrar cómo justamente al ir por las sendas de D's se logra poblar nuestra tierra con especial bendición (ver adelante 17:14, sobre el pecado de los espías en las últimas generaciones).

El retorno en arrepentimiento y la redención del pueblo de Israel dependen de la reparación de estos dos pecados: para corregir el pecado del becerro de oro es necesario purificar tanto la fe como la Torá que estudiamos de todo residuo de idolatría, tal como aprendimos en este capítulo y tal como lo haremos en el capítulo siguiente que versa sobre la Torá. Para reparar el pecado de los espías, es necesario apegarse a la realización del cometido último del pueblo judío y de la Torá que es asentarnos en la tierra de Israel y revelar la Divina Presencia en todas las áreas de la vida, tal como se explicará en el capítulo siguiente que versa sobre el pueblo de Israel y su tierra.