En primer lugar, así como la Torá ordenó que las personas pobres, aunque sean adultos mayores, vengan a los campos y recojan sus obsequios por sus propios medios, de igual manera es correcto dar trabajo a los pobres y permitirles participar en la medida de lo posible en la mejora de su condición. En segundo lugar, así como el precepto indica que las personas pobres recolecten sus obsequios de la cosecha y no del dinero que se recibe por su venta, de igual modo en la actualidad corresponde hacer a los pobres partícipes del valor específico que cada negocio produce. En tercer lugar, es correcto que la ayuda al necesitado se brinde de un modo tal que la erogación para el rico sea menor y el beneficio para el pobre resulte significativo. Resulta que estos preceptos encierran una gran sabiduría ya que si, por ejemplo, el dueño del campo suele pagar a un trabajador cien shekalim por recolectar cien kilos de producción, por la colecta de los frutos correspondientes al leket, shijejá, peret y olelot debería pagar cinco veces tanto. De este modo resulta que los pobres, quienes de todas maneras carecían de empleo se beneficiaron considerablemente de recolectar los sobrantes de los frutos de los campos mientras que el propietario del predio pierde poco, es más, el dueño del campo obtiene un beneficio suplementario, ya que de quedar sobre los árboles o en los campos, estos restos de producto atraerían diferentes plagas o insectos lo cual podría derivar en que los árboles enfermasen, en especial en el caso de la vid que tiende a contraer más enfermedades. Respecto de la peá, si bien el costo de su recolección es idéntico al del resto del campo, de todas maneras, por encontrarse al final del campo le resultaba más sencillo a los propietarios ya cansados por causa de su labor dejársela a los pobres. En el caso de los frutos de los árboles, podían dejar como peá las frutas que se encontraban en la parte superior del árbol, que los trabajadores rurales contratados les costaba más recoger pero que para los niños pobres era sencillo trepar, y alcanzarlas y arrancarlas.
Si bien en la actualidad no cumplimos los preceptos de los obsequios para los pobres, sobre los sabios de Israel recae el precepto de profundizar en las cuestiones de la economía y el empleo, la situación de las personas pobres y su aflicción, para inspirarse en las halajot de estos cinco obsequios y de ese modo diseñar las mejores y más adecuadas políticas de ayuda a los menos privilegiados. El objetivo último debe ser encontrar un mecanismo mediante el cual los dueños de los negocios que producen las mercancías necesarias para el sustento humano, tales como alimentos, ropa, muebles, vivienda, salud y semejantes puedan hacer participar a los pobres en el proceso productivo y en el esfuerzo de la distribución. De ese modo, la cooperación se llevará a cabo de un modo tal que las personas pobres participen del esfuerzo y la entrega a ellos se lleve a cabo en un formato que genere pérdidas mínimas a quienes dan y un beneficio máximo a quienes reciben.