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En una estimación conservadora podríamos decir que el total de los obsequios para los pobres alcanzaba alrededor de un 3% a un 4% de la cosecha y en el caso de las uvas un poco más. En el pasado, cuando lo producido por los campos equivalía a más de un 90% del capital, los obsequios podían mantener apenas a un 5% de la población, esto es, el número de pobres que no tenían qué comer en el contexto de una buena situación económica y social en aquellos días. En la actualidad, a raíz de la drástica caída en el precio de los alimentos y el notable incremento en el nivel de vida, el total del valor de la producción agrícola equivale a un 1% del Producto Bruto Interno, y a las personas pobres no les resulta conveniente recolectar sus obsequios en los campos. Por ende los dueños de los campos tienen permitido recogerlos. Sin embargo, de los principios que surgen de estos preceptos podemos aprender sobre el modo adecuado de ayudar a las personas necesitadas.
