En el orden de prioridad aprendimos que la responsabilidad de ayudar a un semejante se expande en círculos. Esto es sumamente lógico, ya que, si cada persona fuera responsable por todo el mundo o incluso por todos los habitantes de su ciudad, su socorro no sería eficiente. Por el contrario, cuando cada persona es responsable por su círculo cercano, puede ayudar en todo cuanto sea necesario, desde procurar un trabajo y brindar asistencia alimentaria y demás necesidades esenciales hasta la ayuda en la educación de los niños y en casarlos. Asimismo, en el círculo interior se conoce mejor a las personas y su verdadera situación y por ende la ayuda resulta mejor enfocada y más precisa. De este modo, es posible rescatar personas del círculo de la pobreza de modo eficiente y hacer avanzar a la totalidad de la sociedad.
En resumen, la responsabilidad primera recae sobre los miembros de la familia. Cuando los familiares no son capaces de ayudar por sí solos, deben sumarse los vecinos. Cuando los vecinos no son capaces de ayudar, la responsabilidad pasa a la comunidad, y por ello las comunidades judías acostumbraron siempre a designar encargados de la tzedaká (gabaei tzedaká) sabios y justos que saben prestar la ayuda necesaria de un modo honorable y eficaz.