Cuando los obsequios que el pobre recogía de los campos no eran suficientes para cubrir sus necesidades básicas y las de su familia, era preceptivo darle tzedaká. Lo mismo ocurre en la actualidad, que los pobres no tienen la posibilidad de mantenerse por medio de estas matanot la-aniím (regalos para los indigentes), resulta preceptivo dar tzedaká a una persona necesitada que no tiene cubiertas lo que hoy se consideran para la mayoría de la población las necesidades básicas. Este precepto recae sobre los parientes del necesitado. En caso de que estos no puedan ayudarlo, habrá de recaer sobre sus amigos y vecinos, y en caso de no poder estos socorrerlo, el deber pasa a la generalidad de los habitantes de la ciudad.
Cuanto más digno sea el modo en el cual se entrega la tzedaká, menos se avergüenza el pobre y la virtud en el cumplimiento del precepto incrementa. Por ello, la mejor forma de ayuda consiste en colaborar con el pobre en la procura de un empleo, por medio del cual pueda mantenerse por sí mismo sin precisar recurrir a la tzedaká. Otra forma excelsa de ayuda es concederle financiación que le permita aprender un oficio por medio del cual pueda mantener a su familia honorablemente. Cuando la persona necesitada no está en condiciones de trabajar, cuanto menos afecte la ayuda su dignidad mejor será, siendo esta la virtud de la ayuda anónima (matán beseter), en la que el receptor no se avergüenza. El precepto de dar tzedaká incluye también la entrega de alimentos, prendas y muebles que pueden ser de utilidad para las personas necesitadas y alegrarlas.