Es preceptivo que cada persona se alegre junto a sus vecinos y conocidos pobres y solitarios, tal como fue dicho: "Y te regocijarás en tu festividad: tú, y tu hijo y tu hija, y tu esclavo y tu esclava y el Leví y el prosélito y el huérfano y la viuda que está en tus ciudades" (Devarim-Deuteronomio 16:14). El huérfano y la viuda solían ser pobres ya que había desaparecido físicamente su principal fuente de sustento, y el extranjero, quien había dejado su patria y su familia - por lo general sufría de soledad. Así escribió el Rambám: "Cuando una persona come y bebe, debe a su vez alimentar al extranjero, al huérfano y a la viuda junto con las demás personas pobres y desgraciadas, pero quien cierra las puertas de sus patios comiendo y bebiendo junto a su mujer e hijos sin alimentar ni abrevar a los pobres y a las personas atormentadas, no lleva a cabo una alegría festiva sino un alborozo de su propio estómago… y este tipo de regocijo es una vergüenza para los miembros de esa familia". En nuestros tiempos, el precepto de alegrar a las personas pobres se cumple principalmente por medio de la tzedaká, y el de alegrar a las personas solas y tristes se cumple invitándolas a participar de la comida festiva.