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- La fe, el pueblo y la tierra de Israel -

La pila y los espejos de las mujeres que se reunían en el Santuario

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La pila y los espejos de las mujeres que se reunían en el Santuario

Cuando nuestros ancestros eran esclavos en Egipto, los opresores quisieron evitar que los hombres puedan mantener relaciones sexuales, para de ese modo eliminar a nuestro pueblo de la faz de la tierra. Para ello, tornaron su labor en pesada y agotadora, decretaron que al final del día no regresen a sus casas, sino que duerman en los campos. A los hombres les pareció que su esperanza estaba perdida, sus mujeres se desesperarían de ellos y se apegarían a sus amos egipcios. ¿Cómo podría un marido dirigir la mirada a su esposa, acaso no es su deber extender sobre esta su manto protector, defenderla, traer a la casa el sustento dignamente y ser un ejemplo para sus hijos? Y hete aquí que ahora ese varón israelita era un esclavo denigrado, humillado y pisoteado por sus amos. Para no ser objeto de otra humillación más, los hombres judíos prefirieron no intentar acercarse a sus mujeres, ahogaron en su interior el deseo de vivir, no creyeron que sus esposas podrían desear su cercanía y ya no querían tener hijos. Ante una situación así, la mayoría de las mujeres se sentirían ofendidas y preferirían transformarse en la segunda esposa de los amos egipcios. Así, el pueblo pudo haber desaparecido. Dijeron nuestros sabios: "Por el mérito de las mujeres justas de aquella generación los hijos de Israel fueron redimidos de Egipto". Dado que las mujeres veían que los egipcios no permitían a sus maridos volver a sus casas tras las duras jornadas de labor, abrevaban agua de los pozos para calentarla y llevársela a estos. El Santo Bendito Él les hacía encontrar peces pequeños dentro del agua y ellas preparaban entonces dos ollas, una con agua caliente y otra con pescados, y las llevaban al campo donde se encontraban sus maridos, a quienes lavaban, masajeaban con aceites humectantes y daban de comer del pescado. En todas sus acciones, la mujer le insinuaba a su marido: 'Si bien a ojos de los egipcios eres un esclavo indigno, para mí eres querido e importante. Así como me alegraría recibiéndote si regresaras de un trabajo importante y honorable, de igual manera me alegro hoy al encontrarnos, y vine a ti al campo para lavar tus cansados pies por la extenuante labor y masajear tu cuerpo dolorido por los golpes, porque tú eres mi amado esposo'. "Una vez que habían comido y bebido, las mujeres tomaban espejos y se miraban en estos junto a sus maridos, ella decía 'yo soy más bonita que tú', y él decía 'yo soy más bonito que tú', y así es como comenzaban a desearse y luego mantenían relaciones y el Santo Bendito Él hacía que las mujeres se embaracen de inmediato… y los hijos de Israel fructificaron, proliferaron, se multiplicaron y se fortalecieron mucho, mucho".  

Una vez que los hijos de Israel salieron de Egipto y recibieron la Torá, se les ordenó erigir el Tabernáculo. Para ello, todos los israelitas donaron oro, plata y cobre, telas costosas y piedras preciosas. Aquellas mujeres, que ya eran ancianas, trajeron los espejos con los que se habían arreglado y alegrado junto a sus maridos. Y si bien eran sus objetos preferidos, en virtud de su gran amor a la santidad decidieron traerlos para la construcción. Moshé Rabenu rechazaba los espejos porque estos servían para la vanidad y la inclinación al mal. El Santo Bendito Él le dijo a Moshé: ¿Estos espejos desprecias? ¡Estos espejos generaron a estas multitudes en Egipto! Acéptalos porque son lo que más quiero de todo lo donado. Tómalos y haz con ellos la pileta (kior) de cobre y su base en la cual los cohanim habrán de purificarse previo a su labor sacra en el Santuario. Así aprendimos algo maravilloso, y es que no hay nada más puro que el amor incondicional que trajo vida al mundo, y por ello justamente fue a partir de esos espejos que se construyó la pileta por medio de la cual los cohanim se purificaban y santificaban previo a su labor en el Templo.

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