A los efectos de no olvidar orar por la reconstrucción del Templo y la manifestación de sus valores, nuestros sabios establecieron que nos enlutemos por su destrucción en cuatro ayunos públicos anuales: el 10 de Tevet, el 17 de Tamuz, el 9 de Av y el 3 de Tishrei (adelante 37:1-5). Asimismo, establecieron que cada persona que construya una casa deje un espacio de un codo por un codo (medio metro por medio metro) sin cal ni pintura junto a la puerta de entrada, en recuerdo de la destrucción del Templo. En cada casamiento se quiebra un vaso en recuerdo de la destrucción del Templo (arriba 11:8) y quien contempla el sitio donde este se hallaba, debe rasgar su camisa cual doliente.
A raíz de la destrucción del Templo y el exilio del pueblo de Israel, la vida y los valores del pueblo de Israel se vieron disminuidos y el esfuerzo central de la nación se orientó a la supervivencia, por lo que muchos de nuestros valores cayeron en el olvido. La plegaria por la reconstrucción del Templo aboga por el regreso del conjunto de los valores que deben revelarse en él. Por lo tanto, el camino para lograrla pasa por una conexión profunda con el conjunto de los valores sagrados que el Templo manifiesta (arriba 2:8), y en virtud de ello tendremos el mérito de que se produzca la reunión de los exiliados y la construcción de la tierra de Israel y del Santuario en Jerusalém pronto en nuestros días.