Hay juristas que entienden que el precepto de honrar a los padres aplica también en el caso de que los padres sean decididamente perversos. Esto y más, aunque el hijo sea bastardo -ya que sus padres lo concibieron transgrediendo las graves prohibiciones del adulterio o el incesto- es su deber respetarlos. Hay quienes opinan que no es deber del hijo honrar a padres realmente malvados en cuestiones morales y éticas, pero de cualquier modo, tiene prohibido humillarlos o hacerlos sufrir.
Cuando uno de los padres se comporta con sus hijos de un modo peligroso hay que salvarlos y alejarlos de él e intentar hacer entender a los niños que ellos ni son así como se torna es necesario salvarlos y alejarlos de él, asimismo se debe animar a los niños y explicarles que ellos ni son responsables ni tienen la culpa del trato que han recibido. Dicho esto, aún en estas instancias tan difíciles y complejas los niños deben intentar hallar la forma de juzgar a sus padres benévolamente ya que, aunque sus acciones sean absolutamente prohibidas, probablemente sean consecuencia de una enfermedad física o psíquica que los llevó a pecar. En la medida que el hijo comprenda que el progenitor que le hizo sufrir es una persona enferma, podrá más fácilmente discernir entre las acciones terribles padecidas y los momentos buenos en los que se comportó como un progenitor común. Esos buenos momentos podrá recordarlos amorosamente durante toda su vida y podrán servirle de fundamento positivo sobre el cual construir buenas relaciones con los hijos que tenga en el futuro.