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Es preceptivo vivir cerca de los padres para alegrarlos y honrarlos con visitas, y en caso de necesidad, ayudarlos en todo lo que requieran. Sin embargo, se trata de una buena acción mas no de un deber. De modo que en caso de gran necesidad se puede optar por residir en un sitio lejano, por ejemplo, si esto se hace en aras de la educación de los niños, por causa del sustento, porque las viviendas en el vecindario de los padres resultan muy costosas, y con más razón si el motivo es irse a vivir a la tierra de Israel que es un precepto equivalente al resto de los mandatos de la Torá. Asimismo, toda persona debe tomar en consideración el deseo de su pareja a la hora de fijar el lugar de residencia. De todas maneras, quien vive lejos de sus padres debe tener el cuidado de visitarlos según lo acostumbrado, de acuerdo con sus condiciones de vida. En caso de que los padres precisen una ayuda concreta, el hijo deberá ponerse a su disposición.
Hijos de padres que no requieren de un apoyo específico pero a los que sus padres piden que vayan a visitarlos todos los días para disfrutar de su presencia, no están obligados a acceder a su pedido, ya que el precepto requiere de los hijos ayudar a los padres en cuestiones concretas pero no poner todo su tiempo a disposición para alegrarlos. Su deber es visitarlos periódicamente según lo comúnmente aceptado en las condiciones dadas.
En el caso de padres que requieren de ayuda permanente, es deber de sus hijos llevarlos a vivir a sus casas y allí atenderlos. Esto es así a condición de que el cónyuge del hijo en cuestión esté plenamente de acuerdo. Sin embargo, en caso de que no lo esté, es deber del hijo en cuestión procurar un residencial geriátrico o contratar a una persona que acuda a diario a la casa de los padres y los atienda allí.
