El precepto de honrar a los padres ordena a los niños a brindar ayuda a sus padres cuando estos lo necesiten. Por ejemplo, dándoles de comer y beber, vistiéndolos y calzándolos en su vejez o durante su enfermedad. Asimismo, deben ayudarlos a caminar cuando estos lo requieran. Deben también ayudarlos con la limpieza de la casa, la adquisición de alimentos y medicinas cuando se encuentren débiles. Los hijos están preceptuados de honrar a sus padres aún después de haber formado su propia familia. Esto es así incluso si implica la dedicación de un tiempo considerable que conlleve reducir las horas de trabajo y/o las dedicadas a sus parejas e hijos. Sin embargo, el precepto no obliga a los hijos a renunciar a sus trabajos o poner en peligro su fuente de ingreso. El precepto debe ser cumplido con gesto afable y con buenas maneras, ya que cuando los padres requieren de ayuda, lo que más necesitan es un trato bueno y respetuoso. El deber de honrar a los padres no obliga a los hijos a pagar por la manutención de los padres, no obstante, cuando los padres carecen del dinero necesario para afrontar sus necesidades básicas, los hijos deben pagar por ellos. En caso de que los hijos no estén en condiciones de hacerlo, deben conseguir tzedaká para ellos.
Hijos que viven en casa de sus padres, aunque estos sean vigorosos y sanos, deben ayudarlos en las labores del hogar. En la medida que los hijos van creciendo y pueden ayudar más, aumenta también su deber de participar de la responsabilidad de las tareas domésticas.