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El significado de la muerte

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El significado de la muerte

HaShem ordenó al ser humano que no permita que el mal ingrese en su interior y de ese modo podrá vivir infinitamente, tal como fue dicho: "Ordenó HaShem Elokim al hombre diciendo: De todo árbol del huerto podrás comer. Empero del árbol del conocimiento del bien y del mal no habrás de comer, pues cuando lo hicieres, habrás de morir" (Bereshit-Génesis 3:16-17).

Sin embargo, Adam y Javá comieron del fruto del árbol del conocimiento del bien y del mal y fueron castigados, tal como fue dicho: "A Adam, dijo: […] Con el sudor de tu rostro comerás pan, hasta que vuelvas a la tierra, pues de ella procedes, ya que polvo eres tú, y al polvo habrás de volver" (ídem 3:17-19). A raíz del pecado, fue decretado sobre el ser humano que dicha perversión anidara en su interior y fuese deteriorando cada aspecto de su vida hasta consumir su cuerpo y conducirlo a su muerte. Sin embargo, este castigo fue para su bien y su reparación, pues de no mediar este, los seres humanos no podrían deshacerse del mal y el pecado que a ellos se adhirió. De no ser por el castigo, los malvados continuarían realizando malas acciones sin límite, los fuertes tiranizarían a los débiles y los torturarían infinitamente, mientras perseguirían todas las pasiones del mundo. Pero ahora que existe la muerte, estos malvados finalmente fenecen y se esparcen por el mundo la bondad y el bienestar. De no ser por la muerte, también los justos estarían terriblemente frustrados de sus vidas, ya que no hay justo en la tierra que haga el bien y no peque, y los pecados que se adhirieron a estos continuarían envolviéndolos sin posibilidad de liberarse o redimirse de los mismos. La muerte que separa entre el cuerpo y el alma destruye los pecados adheridos al cuerpo y permite al espíritu elevarse al mundo de las almas, refinarse y purificarse. Los justos ascienden inmediatamente al Gan Edén para disfrutar del resplandor de la Divina Presencia, y quien precisa depurarse de sus pecados sufre en el Guehinom, en una medida proporcional a la de sus malas acciones, hasta que al final del proceso de refinación su alma asciende al Edén y se conecta por vez primera con D's. "Y el polvo vuelva a la tierra, como era, y el espíritu vuelva a D's que lo dio" (Kohelet-Eclesiastés 12:7). De este modo, la muerte corrige o repara los pecados de la humanidad en general y los de cada persona en particular. Esto será así hasta que se complete la reparación del mundo (tikún ha'olám) y las almas se levanten conforme su juicio en el final de los días, para volver a vivir con un cuerpo renovado que les adjudique el Creador durante la resurrección de los muertos, salvo en el caso de los malvados absolutos, cuyos cuerpos se aniquilarán y cuya alma se incinerará, tornándose en ceniza que yacerá bajo las plantas de los pies de los justos.  

Esta es la creencia que debe acompañar a los dolientes, y es preceptivo para ellos acompañar el proceso de refinamiento de su finado pariente recordando sus buenas acciones, tal que, paralelamente con el entierro de su cuerpo, su alma comience a refinarse y a emitir luz. En la medida que los dolientes despierten a retornar en arrepentimiento y realicen buenas acciones inspirados en el quehacer del fallecido –se incrementará entonces la elevación de su alma. 

Al final de este proceso, el alma se eleva a un grado más alto que el que poseía previo al pecado, ya que el nivel de quienes retornaron y se refinaron por medio del sufrimiento es superior al de las personas completamente justas. Por medio del pecado que se adhirió al primer Adam, todos los seres humanos se transformaron en retornantes (jozrím bitshuvá) que se refinan por medio del sufrimiento del cuerpo y su descomposición, su espíritu se funde en los fuegos superiores y se eleva a grados infinitamente sutiles en el mundo de las almas, hasta que el mundo se haya corregido y puedan retornar a una vida buena y correcta con la resurrección de los muertos. 

Todas las halajot del duelo expresan la aceptación del veredicto celestial, el cual combina simultáneamente la angustia y la fe. El dolor es grande y conmovedor, por ello se debe llorar a quien fallece y lamentarse mucho por él, y, por otra parte, los dolientes tienen prohibido hundirse en la desesperación y acongojarse más de la medida, pues el dolor y la tristeza están destinados a la reparación y al refinamiento. Por lo tanto, la Torá ordenó que el doliente no se autoflagele, no lacere su carne y no arranque sus cabellos, ya que toda persona que se excede en su duelo demuestra que no cree que HaShem dirige el mundo con justicia y para bien.

 

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 Gue Hinnom (גי הנם), que significa «Valle de Hinom». Gue Hinnom también se llamaba Gai ben-Hinnom (גיא בן הנם), que significa "valle del hijo de Hinom". El valle estaba fuera de la muralla sur de la antigua Jerusalén, al pie del Monte Sion. El nombre atribuye a un espacio subterrenal donde el fuego –el rigor del juicio- se hace presente en la muerte de los malvados, a fin de ‘pulir’ y ‘limpiar’ definitivamente a aquellos que actuaron maliciosamente en vida y puedan ascender, tras purificarse hacia el Todopoderoso (N. de Ed.).

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