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El entierro y el honor al difunto

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El entierro y el honor al difunto

Es preceptivo brindar al fallecido un entierro de acuerdo con las normas del judaísmo y en un cementerio judío, así como no dejar el cuerpo sin enterrar hasta el día siguiente, tal como fue dicho: "Lo habrás de enterrar ese mismo día" (Devarim-Deuteronomio 21:23), y se permite posponer el entierro únicamente si esto es en aras de rendir honores al difunto. Quienes participan del funeral, cumplen con el precepto de actuar con una 'bondad verdadera' (jesed shel emet) hacia el fallecido y su familia, por lo tanto, es apropiado que participe del funeral toda aquella persona que haya conocido y apreciado al difunto y se encuentre en las cercanías. Es preceptivo sepultar el cuerpo en la tierra de la cual fue formado, y es también preceptivo que la personas que asisten al entierro participen del cubrimiento de la tumba. El entierro tiene por objetivo ocultar la ignominia de la muerte, que fue originada en el pecado del primer Adam. El entierro implica también una expiación, por ello, durante el mismo se recita el versículo que reza: "Él es compasivo, expiará la iniquidad…" (Tehilim-Salmos 78:38). Se acostumbra a enterrar a los muertos envueltos en mortajas blancas sencillas para igualar así a ricos y pobres. El entierro en niveles es también considerado como válido, sin embargo, quienes incineran el cuerpo incumplen con el precepto de enterrar. De haber oportunidad, es preceptivo donar órganos para salvar vidas y esto no actúa en detrimento del precepto de dar sepultura.

Durante el funeral – levayá o acompañamiento del difunto, se llega al cementerio y a fin de orientar los sentimientos y los pensamientos por el camino de la fe, nuestros sabios decretaron que al divisarse las tumbas se recite: "Bendito eres Tú HaShem, nuestro Dios, Rey del universo que os ha creado con justicia, os ha alimentado y sustentado con justicia, y os ha hecho fallecer con justicia, y conoce el número de todos vosotros con justicia, y en el futuro os habrá de devolver a la vida con justicia para la vida del Mundo Venidero. Bendito eres Tú HaShem, que revive a los muertos" (versión de la tradición sefaradí). Esta bendición se recita a condición de que no se haya visto las tumbas durante treinta días.

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