Es deber de la Torá para todo conductor o transeúnte el respetar las normas de tránsito, y aunque al infractor no le haya ocurrido nada, carga con un grave pecado, ya que se puso en peligro tanto a sí mismo como a los demás. Aunque se trate de un conductor experimentado, y aunque al viajar a alta velocidad transgrediendo las normas de tránsito no genere riesgo con su conducta – está pecando, porque infringió las reglas de tránsito y se hizo socio en la creación de una práctica nociva que sin duda habrá de provocar en un futuro muertes y heridas. Es deber de los padres advertir a sus hijos jóvenes que acaban de recibir su licencia que conduzcan con cuidado y no provoquen muertes o heridas. Es precepto de toda persona que ve que su compañero conduce de un modo no cauteloso advertirle del peligro en el que incurre.