La salvaguarda de la vida antecede al cumplimiento de todos los preceptos, salvo el caso de tres graves transgresiones que atentan contra la vida de modo irremediable, sobre las que fue dicho: "(el infractor) Morirá y no habrá de transgredir". Estas son: el derramamiento de sangre, la idolatría y las relaciones sexuales prohibidas (guilui araiot)", esto es, si a una persona se le impone la elección entre asesinar o ser asesinado, deberá preferir su muerte a asesinar. Lo mismo aplica respecto a las relaciones incestuosas y prohibidas a la idolatría. Si bien recae sobre cada uno el deber de intentar salvarse de estas terribles situaciones, en caso de no lograr evadirse, debe ofrendar su vida. Por el mérito de esta capacidad de entrega en el cumplimiento de estos tres preceptos que preservan en el ser humano la imagen Divina, el pueblo de Israel pudo conectar su existencia con los valores eternos, sobrevivir los exilios y continuar generando e incrementando la vida y la bendición.