La singularidad del precepto de habitar la Sucá es que consagra la rutina de la vida. La ingestión de comida y bebida, la conversación y el sueño, al tener lugar en la Sucá, se elevan y se consagran al grado de transformarse en precepto. En este aspecto, el precepto de habitar la Sucá se asemeja al de poblar la tierra de Israel. En ambos casos la persona ingresa o participa del mandamiento con toda su corporeidad, los preceptos lo envuelven y por su intermedio su vida se ve santificada (ver arriba 17:11). Esta es la gran buena nueva del pueblo de Israel al mundo todo: es posible santificar la vida en este mundo. Por ello, nuestros profetas dijeron que en un futuro las naciones del orbe ascenderán a celebrar con nosotros Jag HaSucot, para conectar todas las acciones que se llevan a cabo en el mundo con la santidad y de ese modo traer bendición al mundo.