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Nuestras matriarcas Rajel y Leá y las tribus

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Nuestras matriarcas Rajel y Leá y las tribus

Nuestra matriarca Leá amaba de sobremanera a Ya'akov y tuvo el mérito de darle seis hijos varones: Reubén, Shim'ón, Leví, Yehudá, Isajar y Zevulún, además de una hija llamada Diná. Nuestra matriarca Rajel, que era la mujer más amada por Ya'akov, fue estéril durante muchos años y cuando ya había perdido las esperanzas de poder dar a luz le dio a Ya'akov a su sierva Bilhá para que por su intermedio puediera tener hijos, por lo que de este modo nacieron: Dan y Naftalí. Leá siguió también su ejemplo y le dio a Ya'akov a su sierva Zilpá, de la que nacieron dos varones: Gad y Asher. Finalmente, Rajel logró también dar a luz dos hijos: Yosef y Biniamín, pero falleció durante el parto de este último. Estos son los doce hijos de Ya'akov y cada uno de ellos se convertiría en el padre de una tribu de Israel. Cuando Ya'akov retornó a su tierra natal luchó con un ángel y recibió el nombre 'Israel', y ese es el origen del nombre de nuestro pueblo. Del carácter de Rajel y Leá se desprenden numerosas cuestiones y aspectos, existiendo diversas interpretaciones respecto a las características de sus hijos, cada uno de los cuales continuaron a su manera las particulares virtudes maternas heredadas.

Se desató una gran tensión entre los hijos de Leá, de edad adulta, y Yosef, el virtuoso hijo de Rajel, el cual era especialmente querido por su padre Ya'akov. Los hermanos pensaron que al igual que en los casos de Yshma'el y Esav, tampoco Yosef era apto para ser parte del legado de su padre Ya'akov y lo vendieron como esclavo a Egipto. A su padre le dijeron que había sido devorado por un animal salvaje. El dolor de Ya'akov por la pérdida de su amado y talentoso hijo, huérfano de su amada Rajel, no conocía límite. Por largos y sinuosos caminos llegó finalmente el esclavo Yosef ante Par'ó rey de Egipto, descifró sus sueños y salvó a su reino de la hambruna. De ese modo ascendió y se transformó en el virrey de Egipto. A causa del hambre, los hermanos de Yosef descendieron a Egipto para comprar alimento, y allí Yosef a quien sus hermanos  no habían reconocido, los puso a prueba, y en su dolor expresaron arrepentimiento por haber vendido a su hermano. Al ver Yosef que habían retornado de su mala acción prorrumpió en llanto, les reveló quién era, los perdonó por haberlo vendido y les pidió que avisasen a su padre Ya'akov de que estaba vivo y era el virrey de Egipto. En virtud de esto, toda la familia descendió a Egipto.

Nuestro patriarca Ya'akov atravesó dificultades y penas a lo largo de su vida, en su enfrentamiento con su hermano Esav, en la complicación de sus esponsales y en la estafa de Labán, en la muerte de su esposa Rajel al dar a luz a Biniamín, y en las dificultades propias de la crianza de los hijos y su educación, siendo la terrible cúspide de sus desventuras la riña de los hermanos con Yosef que llegaron a venderlo como esclavo. Sin embargo, por el mérito de su apego a la fe y servicio al Creador, finalmente todos los pecados fueron corregidos, sus hijos volvieron a unirse, todos juntos sin excepción alguna estuvieron alrededor de su lecho de muerte en tiempos de partir de este mundo y recibieron su testamento: unirse firmemente al legado de sus padres.

Según la tradición judía, previo a su fallecimiento Ya'akov estaba preocupado de que tras su deceso, alguno de sus hijos no siga el camino de la fe, por lo que los doce hijos dijeron: "Escucha Israel, HaShem es nuestro Dios, HaShem es Uno". Esto significa: "Nuestro padre Israel, disipa la preocupación de tu corazón, HaShem tu Dios es nuestro Dios, Él es Uno y no hay otro". De ese modo se tranquilizó y les respondió: "Bendito sea el Nombre de Su glorioso Reino por siempre". En sus últimas palabras pidió que lo regresasen a la tierra de Israel, a la tumba de sus padres en la cueva de Majpelá que se encuentra en Jevrón. Esa fue la última visita al país antes de que comenzasen los duros años de la esclavitud en Egipto.

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