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El significado de la esclavitud en Egipto y el Éxodo

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El significado de la esclavitud en Egipto y el Éxodo

A nuestro patriarca Abraham ya se le había sido anunciado en el evento profético llamado Brit Bein HaBetarím ("Pacto entre los trozos") que sus descendientes serían esclavizados por otro pueblo y luego saldrían triunfantes con un gran patrimonio. Mientras Yosef vivió, los egipcios trataron a los judíos con respeto, empero una vez fallecido, olvidaron el bien que había prodigado al país y esclavizaron a los hijos de Israel durante unos ciento veinte años. Movidos por la fe de que llegaría el día en que HaShem los redimiría de Egipto y los llevaría a la tierra buena que prometió a sus ancestros – cuidaron su identidad y siguieron reproduciéndose hasta transformarse en un gran pueblo. 

Dado que la misión del pueblo de Israel es guiar al mundo hacia la redención de su sometimiento y su sufrimiento, el pueblo de Israel debía primeramente experimentar el dolor causado por todos los tipos de maldades que el ser humano es capaz de infligir. Fueron esclavos del reino egipcio, el más poderoso e idólatra de aquellos días. Según la percepción egipcia solamente lo material era valioso, creían que mientras el cuerpo existiera también lo haría el ser humano. Para alcanzar una existencia eterna y digna embalsamaban los cadáveres y les construían monumentales tumbas: enormes pirámides. Desde su perspectiva pagana, creían en fuerzas que se manifiestan en la naturaleza. En efecto, en la naturaleza hay poder, belleza y sabiduría mas no justicia o moral. El fuerte devora al débil, los seres humanos poderosos se apoderan de los débiles y los esclavizan. En lugar de aspirar al nivel moral más elevado, la idolatría consagra la realidad natural en todos sus aspectos más bajos, la corrupción y el poder. Así llegaron los egipcios a la moralidad más decadente, cuando no solamente habían sido desagradecidos al esclavizar y someter a trabajos forzados a los descendientes de Yosef sino que además ahogaron vilmente a sus inocentes niños.

La salida de Egipto no fue solamente la liberación de la opresión ejercida por los amos egipcios sino también del dominio ejercido por la cultura pagana que oprime el espíritu moral, que es el que permite acceder a la fe en un solo Dios y deja a los valores manifestarse libremente. Por ello, el Éxodo se llevó a cabo por medio de señales y maravillas que destruyeron a todos los dioses egipcios. Esto fue así para demostrar que el espíritu puede dominar la naturaleza y dar forma al mundo de acuerdo con los ideales Divinos. Si el pueblo de Israel hubiese permanecido esclavizado en su faz espiritual bajo la cultura egipcia, entonces, una vez castigados los egipcios, Israel hubiera permanecido en Egipto, tomando el mando del país y esclavizando a sus antiguos amos, tal como actuaron todos los demás pueblos ante situaciones semejantes. Sin embargo, el pueblo de Israel se liberó del enfoque idólatra egipcio y reveló al mundo el valor de la fe y de la libertad, por ello no afectó la autonomía de los egipcios, al grado de que HaShem ordenó al pueblo de Israel que si un egipcio deseaba convertirse al judaísmo fuese aceptado, tal como fuera dicho: "No repudies al egipcio porque forastero fuiste en su tierra" (Devarim-Deuteronomio 23:8). O sea, a diferencia de los egipcios que negaron los favores recibidos de Yosef, quien los salvó de la ignominia del hambre y la destrucción de su reino, esclavizando tras su muerte a sus hijos y hermanos, los hijos de Israel fueron preceptuados de recordar los aspectos positivos del exilio egipcio.

A partir de los crueles tormentos de la servidumbre, los hijos de Israel aprendieron que los seres humanos pueden denigrarse a un nivel moral espantosamente bajo, al punto de esclavizar a otros seres humanos a efectos de enriquecerse. A partir de esta experiencia entendieron lo importante que resultaba apegarse a la fe en HaShem, la Torá y los preceptos para así liberarse de los enfoques paganos que llevan al hombre a la degradación moral. Por ello, la Torá ordena no hacer sufrir a extranjeros o a personas débiles, pues nos recuerdan nuestra experiencia en Egipto, tal como fuera dicho: "Y cuando residiere contigo un extranjero en vuestra tierra, no habréis de oprimirlo. Como el nativo de vosotros habrá de ser el extranjero que reside con vosotros, y lo amarás como a ti mismo, ya que extranjeros fuisteis en la tierra de Egipto. Yo soy HaShem vuestro Dios". "Vosotros habéis conocido el sentir del extranjero; pues extranjeros habéis sido vosotros en la tierra de Egipto" (Vaikrá-Levítico 19:33-34, Shemot-Éxodo 23:9).

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