Justamente a partir de la prolongada opresión en Egipto, el pueblo de Israel pudo asimilar la fe pura, recibir la Torá y los preceptos cuyo objetivo último es la reparación del mundo por las sendas de HaShem. El resto de las naciones se desarrollaron gradualmente, de familia en tribu y de tribu en pueblo, y durante su desarrollo fueron elaborando una cultura y una religión que dieron un marco a sus creencias naturales y fortalecieron sus percepciones ya existentes. Por el contrario, el pueblo de Israel se tornó nación siendo esclavo, carente de una base cultural nacional propia, de modo tal que pudieron recibir la fe pura y la Torá Divina sin estar atados a un modo de vida o a una cultura previamente amalgamada durante generaciones.
La salida de Egipto fue acompañada de señales y maravillas nunca antes presenciadas, con la finalidad de revelar a los hijos de Israel y al mundo el poder de HaShem, Creador del cielo y de la tierra, y el hecho de que toda la naturaleza es una creación Divina y obedece el mandato Superior. Según la tradición, HaShem creó el mundo por medio de "diez enunciados", y cuando quiso revelarse ante Sus creaturas por medio del pueblo de Israel, envió las diez plagas a los egipcios que se negaban a oír Su voz y liberar a los esclavos. Luego, se revelaron nuevamente los mismos diez enunciados en el Monte Sinai bajo la forma de los Diez Mandamientos, que son las significaciones fundamentales para la existencia del mundo.