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Akedat Ytzjak: Las ataduras de Ytzjak

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Akedat Ytzjak: Las ataduras de Ytzjak

"Aconteció después de estos eventos, que Elohim sometió a prueba a Abraham y le dijo: Abraham, y él dijo: Heme aquí. Y Él dijo: Toma, ahora, a tu hijo, tu único, a quien amas, a Itzjak y vete a la tierra de Moriá y ofrécelo allí como holocausto sobre uno de los montes que Yo habré de indicarte" (Bereshit-Génesis 22:1-2). La prueba fue estremecedora, empero Abraham se mantuvo apegado a su fe en HaShem, y dado que la orden Divina que había recibido por medio de la profecía era clara y contundente, cumplió con Su mandato con humildad. Si bien no entendió por qué HaShem le había ordenado cosa semejante ni cuál era el propósito, dado que sabía que la orden provenía de HaShem, Creador del universo y fuente de la vida, el bien, la verdad, la justicia y la moral – cumplió con ella. Y se levantó Abraham temprano por la mañana y llevó a su único hijo al Monte Moriá y rápidamente lo colocó sobre el altar para sacrificarlo. 

"Mas el emisario de HaShem lo llamó desde los cielos y dijo: Abraham, Abraham; y éste dijo: heme aquí. Y dijo: No extiendas tu mano contra el niño y no le hagas nada, pues ahora Yo sé que eres temeroso de Elohim, pues no Me has negado a tu hijo — a tu único… Y dijo: Por Mí he jurado — dice HaShem —puesto que tú has hecho esta cosa y no Me negaste ni aún a tu hijo, a tu único. Bendecir habré de bendecirte y acrecentar habré de acrecentar a tu descendencia, cual estrellas de los cielos y como la arena de las orillas del mar y poseerá tu descendencia las ciudades de sus adversarios. Y serán bendecidos por tu descendencia todas las naciones de la tierra, puesto que tú has obedecido Mi mandato" (ídem 22:11-12, 16-18).

Entonces, resultó claro que desde un inicio no hubo intención de que Abraham sacrificase a su hijo Ytzjak, tal como lo solían hacer los pueblos idólatras que lo rodeaban, los cuales ofrendaban a sus niños para apaciguar a sus deidades. Sin embargo, la voluntad del Creador fue revelar la intensidad de la fe de Abraham e Ytzjak, quienes estaban dispuestos a sacrificar todo cuanto poseían en aras de revelar la palabra de HaShem y Su bendición al mundo. Tiempo después, la Divina Presencia reposó en el sitio de la Akedá, en el Monte Moriá, y los hijos de Israel construyeron allí el Templo de Jerusalém. Por generaciones, la Akedá de Ytzjak sirvió como ejemplo de fe y entrega en aras de la santificación del Nombre Divino y la revelación de Su fe y Su moral en el mundo.

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