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Dijeron nuestros sabios: No fueron dados los Shabatot y los días festivos sino para que en ellos nos dediquemos al estudio de la Torá. Para que el alma y el cuerpo se reconcilien, nuestros sabios ordenaron repartir el tiempo sabático de la siguiente manera: una mitad destinada al estudio de la Torá y la otra al deleite del Shabat por medio de la comida, la bebida y el sueño reparador. El estudio de la Torá en Shabat es sumamente valioso, justamente porque se lleva a cabo en una atmósfera de tranquilidad y serenidad, acompañado del placer que aportan las comidas y el descanso. Por ello, el Shabat es una especie de Mundo Venidero, es un ejemplo de lo que la realidad posterior a la resurrección de los muertos nos depara, en la cual el alma y el cuerpo vivirán acoplados y conciliados. De ese modo, por medio del Shabat, se atrae la luminosidad del Mundo venidero hacia este, agregándole bendición, elevándolo y acercándolo a la magnitud del primero.
El principal estudio de Torá debe centrarse en cuestiones que sirven de guía y elevan la vida de la persona, para que en virtud del séptimo día que es la dimensión interior de la semana se atraiga luminosidad y bendición a los seis días de la acción. El estudio sabático de la Torá debe llevarse a cabo en una atmósfera de deleite y tranquilidad. Debe consistir en una cuestión que no sea demasiado complicada o difícil, y al mismo tiempo, que expanda la consciencia y desafíe al pensamiento llevándonos a profundizar. En el pueblo de Israel se acostumbró que en Shabat haya una clase o derashá importante, en la cual el rabino enseñaba cuestiones de halajá, fe y ética, el público general procuraba asistir y tenía el recaudo de no fijar una comida a esa hora. En las últimas generaciones esta práctica se ha visto debilitada y corresponde devolverla a su sitial. Por ello, es bueno que todo hombre y toda mujer procuren asistir por lo menos a una clase en Shabat. Para los padres, es un precepto especial el enseñar a sus hijos Torá en Shabat.
