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Cada año, el Santo Bendito Él recrea la vida para todas Sus creaturas, y para que Su generosidad no alcance a los malvados, HaShem las juzga en Rosh HaShaná, concede abundante bendición a los virtuosos y reduce el flujo de abundancia y bendición a los inicuos. Además de que ello es justo y procedente, resulta necesario para la reparación del mundo, ya que, si los malvados continúan recibiendo abundante vida y bendición, se reforzarán en su perfidia y destruirán el mundo. Resulta entonces que los días en los que HaShem concede nueva vida son aquellos en los que juzga a Sus creaturas y aquellos en los que el retorno en arrepentimiento es mejor recibido. Por lo tanto, a pesar de que todos los días del año son buenos para el retorno, durante los diez que transcurren desde Rosh HaShaná hasta Yom Kipur este es más aceptado por D's y por ello reciben el nombre de 'Diez días del retorno' o en hebreo 'Aseret Yemei Teshuvá' (ver adelante 35:1).
Cada año, el pueblo de Israel se presenta nuevamente ante los días del retorno con temor reverencial y alegría. Temor reverencial debido a que desconocemos qué es lo que habrá de decretarse, y alegría por la oportunidad de retornar en arrepentimiento. De no mediar la reflexión introspectiva (jeshbón nefesh) anual, las necesidades corrientes nos harían olvidar los grandes ideales que nuestra alma anhela, las inclinaciones bajas se reforzarían y el ser humano correría el riesgo de someterse a sus pasiones. Gracias a los 'días solemnes' tenemos la oportunidad anual de recordar nuestras esperanzas, todo cuanto quisimos aprender y todas las buenas acciones que alguna vez deseamos realizar. En virtud de ello, repudiamos los pecados que se adhirieron a nosotros, nos arrepentimos de ellos, los confesamos y analizamos nuevamente nuestro orden de prioridades para que en el año entrante, que se renueva para bien, logremos superarnos en el estudio de la Torá, el cumplimiento de los preceptos, la realización de buenas acciones y nos esforcemos tanto en la formación de una familia como en la construcción de la sociedad y de la nación. De ese modo, año tras año, tenemos el mérito tanto de aportar como de superarnos en la tarea de la reparación del mundo y su desarrollo.
