Dado que la Torá es lo más elevado y se encumbra por sobre todos los demás aspectos, es preceptivo honrar a aquellos que dedican sus vidas a estudiarla y enseñarla, y de ese modo, instaurar un vínculo de respeto hacia esta y hacia la moral. Aunque un erudito de la Torá fuese carente de todo linaje y además bastardo, su virtud es superior a la de un Sumo Sacerdote (Cohen Gadol) que no alcanza su nivel de erudición religiosa. Dijeron nuestros sabios: "Sed cuidadosos con los hijos de los pobres ya que muchas veces justamente de entre ellos surgen los grandes sabios de la Torá". Por ejemplo, Rabí Akiva era hijo de personas conversas y pobres y tuvo el mérito de ser el mayor de los tanaítas (sabios de la época de la Mishná n. de T.). Una de las expresiones del respeto que el público profesa a los estudiosos de la Torá es ponerse de pie cuando estos ingresan o salen.