Si un niño nace como resultado de un adulterio o un incesto es considerado bastardo. Su estatus es similar al de cualquier otro judío, y si al crecer se transforma en un justo y en un erudito de la Torá su posición será superior a la de un Sumo Sacerdote que no llegó a su nivel de conocimiento. Sin embargo, existe un decreto dramático así como conmovedor para con los bastardos y es que no pueden casarse con un judío o judía. En caso de que se hayan casado y hayan tenido un hijo este será a su vez bastardo. No obstante, pueden casarse con otros bastardos y con conversos, pero el niño que nazca de esa unión será a su vez bastardo. Esta halajá es de las más severas y dolorosas de la Torá, y si bien las leyes de HaShem trascienden nuestra comprensión y jamás podremos entender su pleno significado, resulta imposible no reconocer la enorme utilidad de este terrible decreto para la preservación de la santidad del matrimonio y la institución familiar. En algunos casos, el tribunal logra encontrar un camino para retirar el estatus de bastardía, y por lo tanto, una persona no debe decidir sola en esta cuestión sin asesorarse concienzudamente con un Beit Din experto en la materia.