La Torá enseña que la persona debe destinar a sus gastos corrientes menos de lo que gana. Una persona que logra posponer placeres, supera sus impulsos y logra ahorrar se independiza del sometimiento al materialismo. De ese modo podrá elevarse y conectarse con valores más eternos, podrá dar el diezmo de sus ingresos, afianzarse económicamente y hasta enriquecerse, invertir su dinero en la ampliación de la familia y ayudar a sus hijos a adquirir una profesión y a formar una familia. Además, una persona que gasta todo su salario queda sometida a su lugar de trabajo, y por miedo a ser despedida muchas veces tendrá que adular, mentir o actuar en contra del mandato de su consciencia. En cambio, quien está habituado a ahorrar podrá actuar como una persona libre, y si su empleador le exige proceder de modo inapropiado, podrá permitirse renunciar y buscar tranquilamente un mejor lugar de trabajo.