Si bien la santidad de los libros sagrados impresos dista de la de un rollo de la Torá escrito con tinta sobre un pergamino, estos también tienen carácter santo y deben ser tratados respetuosamente. Quien desee pasar un libro sagrado a su compañero o simplemente dejar de cargarlo y colocarlo en alguna parte, no habrá de arrojarlo, sino que lo apoyará respetuosamente. No se deja un libro sagrado sobre el suelo, y en caso de caerse, la costumbre piadosa indica que se lo debe besar al levantarlo. No se ingresa un libro sagrado al baño, pero si está totalmente envuelto por un bolsillo o una cartera, esto estará permitido.
Los cinco libros de Moshé (jumashim) son más sagrados que el resto de los libros, incluidos aquellos de los Profetas (Neviim) y los Hagiógrafos (Ketuvim). Por ello, cuando se apilan los libros, los jumashim van arriba.
Un rollo de la Torá consagrado que se deterioró en virtud de su antigüedad es archivado dentro de un jarrón y enterrado en la tumba de un estudioso (talmid jajam). Sin embargo, libros sagrados impresos que ya no están más en uso se depositan en la guenizá común destinada a ser enterrada sin que medien ulteriores honores procedurales.