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En todo sitio donde habitan diez judíos, es preceptivo que se erija una sinagoga (Beit Kneset) para que funcione como pequeño Santuario y en su interior se lleven a cabo los rezos públicos y se estudie Torá. O sea, es preceptivo para el pueblo de Israel construir el Templo en Jerusalém, tal como fue dicho: "y harán para Mí un santuario y residiré entre ellos" (Shemot-Éxodo 25:8), y como continuación de ello la comunidad tiene el deber de erigir para sí un 'pequeño Santuario'. En sustitución de la ofrenda permanente y el incienso que se ofrecía en el Templo tanto por la mañana como por la tarde, en la sinagoga se llevan a cabo rezos. En sustitución de la Torá que se encontraba en el Kodesh HaKodashim (Santo Sanctorum), en la sinagoga se coloca un Arca Sagrada en cuyo interior se introduce un rollo del Pentateuco y se llevan a cabo clases de Torá, razón por lo cual recibe también el nombre de 'Casa de Estudio' (Beit Midrash). En virtud de la encumbrada relevancia de la sinagoga, es preceptivo erigirla sobre el sitio topográficamente más alto de la región, así como también honrarla y magnificarla más que el resto de las edificaciones. Tras la destrucción del Templo de Jerusalém, el estatus de la sinagoga se vio sumamente reforzado ya que el recuerdo de la revelación de la Divina Presencia que reposaba sobre el Santuario se preservó en esta nueva institución. Tal como fue dicho: "Así ha dicho HaShem Elokim, aunque Yo los he alejado entre las naciones y dispersado entre los diferentes países, seré para ellos un pequeño Santuario en todas las tierras a las que arriben" (Yejezkel-Ezequiel 11:16). Así, a pesar de todas las desgracias y los exilios, continuamos manteniendo nuestra identidad nacional en la sinagoga por medio de los rezos y el estudio de la Torá. Entonces, resulta que la santidad de la sinagoga tiene algo de la santidad de la tierra de Israel, por lo que nuestros sabios dijeron que en un futuro, las sinagogas y las casas de estudio de la diáspora serán establecidas sobre el suelo patrio.
