Nuestros sabios establecieron que se enciendan velas previo al Shabat para que iluminen el hogar durante la noche sabática. En las velas de Shabat se insinúa una idea maravillosa. Una persona sumida en la oscuridad no encuentra lo que busca, se topa con sus muebles y sus objetos hasta que le parece que todos se confabularon contra él. Pero si enciende velas en honor al Shabat, llega la paz al hogar, ve que los muebles están allí para servirlo, que todos sus objetos están en su lugar y puede deleitar el Shabat con su comida. Asimismo, cuando se contempla el mundo desde una perspectiva común este parece lleno de pleitos, divisiones y guerras irremediables. Cada bando piensa que en el momento en que logre neutralizar a su oponente alcanzará la calma, y así los conflictos se prolongan interminablemente. Pero una vez que la persona alcanza la fe, la luz Divina se revela y la oscuridad se esfuma y se da cuenta que las diferentes facciones son complementarias, que una única mano los orienta y conduce al mundo todo hacia su reparación, y que de todas las desgracias y sufrimientos florecen salvaciones y consuelos. Así, las velas de Shabat que incrementan la luz y hacen las paces en el hogar insinúan o aluden a la reparación del mundo por medio del aumento de la luz de la fe y la Torá. De ese modo, la observancia del Shabat hace avanzar al ser humano y al mundo a su reparación y a su redención.