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Desde el punto de vista de la halajá, no resulta necesario realizar un día de recordación general para los sagrados (kedoshim) caídos en las guerra o acciones terroristas sino que cabe proceder tal como se acostumbra en el pueblo de Israel respecto de toda persona fallecida. En su día recordatorio (yortzait), el alma de la persona que falleció es rememorada al tiempo que sus hijos y familiares recitan por ella Kadish, estudian Torá y dan tzedaká para su elevación. Quienes proceden con una especial excelencia fijan una ceremonia recordatoria y llevan a cabo clases de Torá para la elevación de su alma. En efecto, es sumamente valioso que recordemos el heroísmo de los soldados que dieron su vida santificando el Nombre de D's, el pueblo y la tierra de Israel, elevándose al nivel de santidad de la generalidad del pueblo judío. Por su mérito estamos con vida y todo cuanto hacemos en la tarea de habitar el país, criar niños y mejorar la sociedad y el mundo, todo esto les pertenece. Ellos cayeron a joven edad en este mundo, pero viven en la trascendencia, en un plano que es todo eternidad, en el Mundo Venidero. Quien cree, sabe que en verdad ellos están mucho más vivos que todas las demás personas físicamente presentes. En este día, es necesario decirles a las familias dolientes, aquellas de cuyo seno surgieron estos héroes: ¡no os rindáis ante la muerte!, ¡continuad viviendo por el mérito de los caídos! No agachéis vuestra cabeza, erguidla en honor de los valientes soldados que entregaron su vida. Alzad vuestra mirada allende el horizonte de lo común o lo rutinario, contemplad la visión de la redención y el final de los días. Y aunque vuestros ojos enjuguen lágrimas, estas son lágrimas de grandeza.
