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En virtud de su gran importancia, este mandato se cumple sobre la base de tres preceptos. En primer lugar, los padres están preceptuados de enseñar Torá a sus hijos y enviarlos a un colegio en el cual reciban instrucción religiosa. En segundo lugar, los maestros y los rabinos están preceptuados de enseñar Torá a sus alumnos. En tercer lugar, es preceptivo para toda persona estudiar Torá por sí misma, y aunque sus padres o maestros hayan sido negligentes resultando su instrucción religiosa exigua, es su deber encontrar el camino para poder hacerlo.
Para asegurar el estudio de la Torá a todos los niños judíos, hace ya unos dos mil años se estableció en el pueblo de Israel un sistema educativo básico, e incluso se fijó que el número de niños por salón de clase sea como máximo de veinticinco, y en caso de haber más niños se debe nombrar un ayudante docente. Este modelo sirvió de ejemplo y base para los sistemas educativos en el mundo entero.
Las ideas de la Torá son infinitas, y de cada una de sus letras es posible aprender halajot así como extraer numerosas alusiones para otros temas. Sin embargo, el deber básico es enseñar los fundamentos de la Torá, esto es, los principios de la fe, los preceptos y la moral. Para ello, es necesario estudiar el Tanaj, y especialmente los cinco libros de Moshé. Además, es necesario estudiar libros de halajá, fe y moral, según lo que resulte necesario para encaminarse en la vida. En esta cuestión no existe un programa de estudio ordenado, por lo que cada padre y cada institución educativa deben planificar el estudio de modo tal que los niños estudien los fundamentos de la Torá y su guía para la vida práctica, para la formación de una familia y para dedicarse al asentamiento del mundo.
