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Durante el casamiento tiene lugar un proceso en el cual el novio abandona la casa de sus padres, lleva consigo a la novia y se une a ella, tal como fue dicho: "Por ello, el hombre dejará a su padre y a su madre y se adherirá a su mujer y se tornarán en una sola carne" (Bereshit-Génesis 2:24). Durante toda la ceremonia bajo el palio nupcial, se suele conducir y acompañar al novio y a la novia tal como se acostumbra a proceder con el rey y la reina. A ambos lados del novio y la novia marchan los acompañantes, que por lo general son los padres y alrededor de estos cantan y bailan las demás personas presentes.
Primeramente, se conduce al novio en dirección a la novia, que está sentada en una silla de honor (kisé kalá), y el novio extiende el velo sobre el rostro de la novia como expresión de aceptación de la responsabilidad por su felicidad y todos sus menesteres. Luego, el novio es conducido al palio nupcial, que es el sitio preparado especialmente para el casamiento y acto seguido se conduce a la novia a la jupá. Hay quienes acostumbran a que el novio ingrese primero a la jupá y luego acompañan a la novia hacia allí. Entonces el novio sale a su encuentro, extiende el velo sobre su rostro y juntos ingresan bajo el palio. La costumbre ashkenazí es que la novia rodee al novio siete veces acompañada de las dos madres. Estas siete vueltas encierran una profunda simbología esotérica respecto del encumbrado nivel de la novia que está asociada a la luz envolvente (or makif).
Entonces, llega el momento de proceder con la consagración. El rabino recita la bendición del vino y la del kidushín, los novios beben del vino y el novio consagra a la novia por medio de un anillo. Para poder completar el enlace por medio del nisuín o nupcias, el novio entrega la ketuvá a la novia.
