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Los causales más fuertes de divorcio son el adulterio o la negativa de una de las partes a mantener relaciones sexuales en los tiempos establecidos por el precepto de oná. Esta negativa, en el marco del matrimonio es denominada 'rebeldía'. Sin embargo, en el caso de una pareja mayor que han vivido juntos durante muchos años, si el marido llegó al estado de impotencia, si bien en principio la mujer está en su derecho de reclamar el divorcio, el tribunal le habrá de recomendar mantener la fidelidad hacia su marido. Si el marido dejó de mantener a su familia, la mujer tiene el derecho de reclamar el divorcio. No obstante, si el marido se ve forzado a dejar de mantener a la familia cabe analizar la cuestión. Asimismo, conducta violenta, repulsiva o deplorable por parte de uno de los cónyuges implica un causal justificado de divorcio. De todas maneras, en caso de haber alguna posibilidad de reparación de la situación, el tribunal procurará reconciliar a las partes.
