Un error común y decisivo en la comprensión de la fe es el enfoque pagano, que genera una división y una desconexión entre los diferentes valores. La más profunda de las escisiones es entre el cielo y la tierra. El cielo expresa la verdad absoluta y la moral superior. La tierra, por su parte, expresa las necesidades vitales, los placeres corporales con todas sus limitaciones y su problemática, teniendo el hombre que escoger entre ambos. Por el contrario, según la fe israelita de la unicidad, el cielo y la tierra están estrechamente vinculados entre sí y se vitalizan mutuamente, ya que HaShem es Uno, es el Creador del cielo y la tierra y cuanto en ellos hay, dando vida a todo cuanto existe. Por lo tanto, la idea de lo Divino debe manifestarse desde los cielos más encumbrados y hasta lo más bajo de la tierra, elevando a todos los ámbitos de la vida: lo racional y lo emocional, la vida espiritual y la práctica; la agricultura, la industria, el comercio, la ciencia, el arte, la literatura, la poesía, la música y la pintura; la vida individual, las relaciones entre marido y mujer, entre padres e hijos, entre hermanos y demás parientes, la vida comunitaria y la nacional.
