El pago de impuestos es un deber moral y halájico de primer orden ya que por medio de este dinero se mantienen todos los sistemas sociales indispensables, entre ellos: la defensa, la policía, la educación, la salud, la infraestructura vial, el agua, las cloacas, la electricidad, el cuidado del medio ambiente, el seguro social y la ayuda a los necesitados. Todo aquel que evade impuestos roba a la sociedad, y su pecado es mayor que el de quien roba a un individuo. Muchas personas son críticas de las instituciones públicas, pero estas objeciones no mellan en lo más mínimo su enorme importancia. Nuestros sabios dijeron: "Ruega por el bienestar del gobierno porque si no fuese por temor a él los hombres se comerían vivos unos a otros". Y si esto fue dicho respecto del malvado reino romano que destruyó nuestro Templo y nos envió al exilio, resulta mucho más vigente aún si se trata del estado de Israel, cuyos principios y directivas son la justicia y la honradez conforme a la tradición judía, y toda persona que reside en ella disfruta de todo lo bueno que se realiza por medio de los impuestos. Por ello, quien evade impuestos es un ladrón, un aprovechador y un desagradecido que retribuye el bien con mal. Si bien existen debates con respecto a cuál debería ser el nivel de carga impositiva y su distribución entre las diferentes instituciones y sectores de la sociedad, las decisiones las toman los representantes del pueblo que cuentan con la autoridad para hacerlo y lo decidido por el parlamento israelí resulta obligatorio para todos.