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Las ofrendas y los diezmos en la actualidad

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Las ofrendas son sagradas y deben ser ingeridas en estado de pureza, y desde que quedó sin efecto la purificación por medio de la ceniza de la vaca roja (arriba 19:14), los cohanim ya no pueden comerlas, por lo que se separan en el porcentaje más ínfimo posible, algo más de un uno por ciento y se ocultan (guenizá, es decir, se las pone a resguardo porque tenían cierta santidad). El primer diezmo (ma’aser rishon) no es sagrado por lo que se separa efectivamente a través de entregar su equivalente en dinero a los levitas que estudian y enseñan Torá. Asimismo, el diezmo del pobre (ma’aser aní) que se entrega a las personas necesitadas el tercero y el sexto año tampoco es sagrado y se cumple a través de la entrega efectiva del dinero equivalente a las personas carenciadas. Empero el segundo diezmo (ma’aser shení) que debía ser ingerido en estado de pureza en Jerusalém requiere purificación, y por lo tanto no puede efectivizarse. Por ello, se cambia el valor de las frutas del segundo diezmo por un alimento o una moneda que valga una prutá y se oculta.   

En el caso de frutos de los que no se separaron ofrendas y diezmos, su ingestión está prohibida. En la práctica, en la gran mayoría de las redes de supermercados y tiendas se preocupan de separar las ofrendas y los diezmos de los frutos que expenden y tiene para ello certificación de kashrut. Quien adquiere frutas o verduras de un sitio que no exhibe el certificado de separación de ofrendas y diezmos, que los separe por sí mismo según el formato que es dable encontrar en los libros de oración (sidurim).

Dado que a lo largo del tiempo, el peso relativo de la agricultura en la economía ha decrecido, pasando del 90 al 1 por ciento del PBI, nuestros sabios establecieron que de todas las ganancias y salarios que percibe una persona, esta separe un diez por ciento a modo de diezmo (ma’aser kesafim), y si separa el veinte, estará procediendo de un modo especialmente generoso (arriba 6:12).