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En un inicio, los sabios no establecieron una redacción fija para el rezo y para las bendiciones, por lo que los justos y piadosos oraban y bendecían con gran concentración al tiempo que las masas populares, por lo general, se limitaban a cumplir con el precepto de rezar a través de algunas pocas plegarias y escasas bendiciones. Sin embargo, este estado de cosas cumplía con un gran ideal y es el de que cada ser humano rece y bendiga según lo que su corazón espontáneamente le indicase, pero en la práctica, la mayoría del público se alejaba paulatinamente de HaShem, y así se fueron propagando en el seno de la nación transgresiones graves tales como la idolatría, el adulterio y el derramamiento de sangre, pecados a causa de los cuales el Primer Templo resultó destruido y los judíos fueron forzados a salir al exilio. Por lo tanto, cuando los hijos de Israel pudieron erigir nuevamente el Segundo Templo instalaron un gran tribunal denominado "La Gran Asamblea" (Kneset HaGuedolá), que decretó importantes medidas entre las cuales podemos mencionar la fijación de la redacción del rezo y las bendiciones que pusieron de manifiesto los valores de la Torá de un modo ordenado e instituido en la vida diaria, y de ese modo acercaron al pueblo al servicio a HaShem y lo alejaron de las transgresiones.
Otra ventaja de la redacción fija del texto de los rezos y las bendiciones es que en su ausencia, el ser humano tiende a rezar por aquello que resulta cercano a su corazón y se desconecta del resto de los ámbitos públicos y las aspiraciones comunitarias. Por medio de la redacción fija que incluye todos los pedidos generales y particulares que resulta importante formular, quien ora equilibra sus aspiraciones y las acopla a los deseos generales de la nación.
