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Tras la conclusión de la Amidá se acostumbra a inclinar sobre el rostro y suplicar ante HaShem, bendito sea, para así llevar a cabo la plegaria en todas sus formas, el recitado del Shemá y sus bendiciones - sentados, el rezo de la Amidá - de pie, y las súplicas posteriores - inclinados sobre el rostro. Esta última plegaria no es obligatoria, pero posee una virtud especial y es que ayuda en tiempos de desgracia ya que expresa la anulación y la entrega del ser humano ante su Creador, como si la persona le dijese a HaShem: todos mis sentidos y órganos se anulan ante Ti, haz Tu voluntad pues soy todo Tuyo. En un inicio, se acostumbraba a inclinarse sobre el rostro recostando todo el cuerpo sobre el suelo con los brazos y las piernas extendidos o por medio de una inclinación en la cual el orante se arrodillaba e inclinaba su cabeza pegándola al suelo. En la actualidad, quedó sin efecto la costumbre de inclinarse sobre el rostro extendiendo la totalidad del cuerpo sobre el piso o arrodillándose y llevando la cabeza hasta el suelo, ya que se teme que la plegaria en cuestión que debe recitarse con anulación ante HaShem no sea dicha con la sinceridad necesaria. Muchos judíos de las congregaciones orientales temen aun más y ni siquiera se inclinan sobre el rostro, sino que recitan las súplicas estando sentados. La usanza de los ashkenazíes y algunos de los sefaradíes es la de inclinarse un poco y apoyar la cabeza sobre el antebrazo, lo cual implica una cierta medida de inclinación sobre el rostro. Dado que esta es una plegaria que implica un corazón quebrado, anulación y entrega total ante D´s, no se recita en días festivos o días en los que se celebra una alegría preceptiva tal como un Brit Milá o un matrimonio.
