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Dada la importancia y la gravedad del precepto del Shabat, nuestros sabios adoptaron una actitud estricta y establecieron que quien profana el Shabat públicamente se considera que abandonó al pueblo de Israel para conducirse como un gentil. Si bien su alma está consagrada con la santidad de Israel y recaen sobre él todos los preceptos de la Torá, los sabios lo multaron considerándolo un no judío de quien no se pueden aceptar ofrendas en el Templo de Jerusalém, no se lo puede contar para el minián (quorum para un rezo público), no se bebe de un vino que haya tocado ni resulta obligatorio conducirse con él generosamente tal como estamos preceptuados a hacerlo con cualquier judío. Este tipo de medida radical se aplica únicamente en dos casos: para quien rinde culto idólatra y para quien profana públicamente el Shabat.
Durante el largo exilio, si bien a los judíos les resultó difícil preservar su identidad, dado que era claro que su nivel ético y moral era superior al de sus vecinos gentiles, muchos tuvieron el temple y las fuerzas de cuidar su legado con una gran entrega y abnegación. Quien decidía negar a su pueblo y profanar el Shabat públicamente, era considerado como una persona que había decidido traicionar su legado y asimilarse entre las naciones. Sin embargo, en la era moderna, las normas éticas y morales basadas en la tradición bíblica se hicieron de uso común y forjaron revoluciones sociales, y a muchos judíos ya no les resultaba claro por qué debían pagar un precio tan alto por el cumplimiento de los preceptos y la separación del entorno gentil. Así, se multiplicaron los casos de judíos que dejaron de observar la Torá y cumplir los preceptos por lo que se asimilaron. Sin embargo, respecto de aquellos judíos que dejaron de observar el Shabat, pero siguieron identificándose como tales, surgió una interrogante. Las autoridades halájicas que adoptaron una actitud más estricta entienden que también en la actualidad resulta procedente ver en un judío que profana el Shabat públicamente a un gentil, y solamente en caso de desear retornar en arrepentimiento es necesario ayudarle como a un hijo perdido que retorna a casa. Así se conducen a algunos miembros del público jaredí o ultraortodoxo. Por su parte, muchas otras autoridades halájicas entienden que en la actualidad no se debe considerar a un judío que profana el Shabat en público como a quien abandonó el pueblo de Israel, ya que no tienen la intención de enajenarse de su judaísmo, enfurecer al Creador o menoscabar a la Torá, sino que procede así por comodidad y por desconocimiento del gran valor que encierra el Shabat, y por lo tanto, debe ser contado para el minián y resulta obligatorio proceder con él generosamente como con todos los demás hijos de Israel. Solamente en el caso de quien profana el Shabat en actitud desafiante y para generar encono, se lo considera como quien abandonó a todo el pueblo judío (Clal Israel) y entra en la categoría de gentil. Se acostumbra a dictar halajá conforme con esta última opinión. Obviamente, se procede así cuando quien profana el Shabat acostumbra a recitar el Kidush con una copa de vino y llevar a cabo una comida sabática, ya que entonces queda claramente de manifiesto que no reniega de su legado, y entonces, según todas las opiniones debe considerársele como judío.
